martes, 3 de diciembre de 2013

Deseo de destacar: definición de egoísmo

Destacar. ¿Existe palabra que se refiera a un acto más egoísta? Destacar es una idea que se incrusta en nuestra cabeza como un sello que nos indica cómo llegar a nuestros objetivos y conseguir nuestras metas. Desde pequeños nos vemos sumergidos en un mundo en el que tenemos que destacar sí o sí, es una obligación, que se convierte con el tiempo en una auto-imposición, que nos acompaña desde muy pequeños, impulsada por nuestros padres, víctimas del mismo sistema, y que consigue centrar más atención y causar mayor impaciencia a la vez que sumamos años. Pero, ¿entendemos realmente lo que significa destacar? Destacar es sobresalir, es decir, ser más o mejor que los demás, o que los demás sean menos o peores que nosotros. En otras palabras, si tú destacas es porque hay gente peor que tú.

Entonces, ¿por qué nos metemos esta idea en la cabeza? Es sencillo. En términos actuales, la riqueza para que sea riqueza debe ser poco abundante, es decir, controlada por pocas manos, es algo que no depende de la cantidad de dinero que tengas, sino de la diferencia del dinero que tengas tú con el que tenga el resto: si tienes cien y los demás tienen uno eres rico, cien veces más que ellos, de la misma manera, si tienes mil millones al igual que todo el mundo tienes lo mismo que todos, por lo cual no eres rico. Algunos dirán: todo el mundo puede ser rico en conocimientos, en saber; sí, en un mundo en el que se considere el saber cómo riqueza o que se le otorgue mayor valor sí, en nuestro mundo puedes saber todo lo que quieras que si no tienes dinero eres pobre. Esta es la explicación originaría de la idea de destacar, si quieres llegar a tener cierto poder en la sociedad actual debes tener cierta riqueza, y esa riqueza solo está disponible para pocas manos, para aquellos que destaquen, de una forma o de otra. Es más, las consecuencias del querer destacar y del egoísmo en general no se quedan solo en que mientras más tengamos nosotros menos tendrán otros, sino que a veces nos inunda tal pensamiento que ansiamos materializarlo aunque ello conlleve robar, estafar a los demás o actos mucho más inmorales que los dejo a la imaginación.

Démonos cuenta ya, esto así no funciona, no busquemos destacar sino mejorar, como individuos y como sociedad. Es verdad que todo esto es algo que ya ronda en la cabeza de mucha gente, y que ser egoísta puede ser una defensa contra el propio egoísmo, pero de la mejor manera que podemos actuar es analizando y desarrollando un pensamiento crítico, y expresándolo y exponiéndolo a los demás, así como nuestras propias conclusiones, para que todos repitan el proceso.

miércoles, 6 de noviembre de 2013

Un mundo deshumanizado

La sociedad está en crisis, algo no difícil de demostrar hoy día: poder concentrado en una minoría, derechos humanos vulnerados, ricos frente a pobres, desigualdad de oportunidades... Todo indica a pensar que es insostenible, que de un momento a otro estallará, y se producirá la revolución que finiquite la etapa del mercado, donde todo se compra y se vende, donde nada posee valor más allá de su utilidad. Entonces, ¿por qué se retrasa tanto tan ansiada respuesta de lo humano? ¿a qué se debe que la humanidad aún no se haya pronunciado con tal magnitud para lograr esa victoria que nos conduzca a un mundo renovado?

Planteándonos dichas preguntas podemos obtener una respuesta inmediata: por poco que sea, siempre hay algo que perder, algo que nos hace abstenernos del riesgo que conlleva la protesta contra el poder, que se reduce desde nuestros propios objetos materiales hasta la familia, y que en nuestro sistema de vida, aunque sea poco, lo es todo. Pero, ¿es eso lo único que nos mantiene callados y dispersa una explosión colectiva? Diría que no. El mundo capitalista es cruel por sí mismo, vivimos en una sociedad donde todo se basa en conseguir el mayor beneficio personal o familiar, ya sea dinero, para poder satisfacer necesidades constantemente, o el reconocimiento de otros, así como complacer los deseos de nuestros hijos y que nos tomen como “buen padre”. Todo ello mediante el trabajo y el esfuerzo, a veces menor o mayor, otras más digno o menos digno, pero siempre introduciéndonos en ese constante agobio, en ese espacio lleno de preocupaciones, donde todos estamos afectados de una manera o de otra, y que nos impide unirnos y luchar. Y más se agrava aún si al conseguir nosotros mayor beneficio estamos limitando el de otro, si mientras nosotros consigamos más otros pueden conseguir menos, e incluso si para ganar nosotros debemos engañar o estafar al de al lado. Queremos ser útiles y que nos traten como tal, pero refiriéndonos a esa utilidad tan reducida.

¿Y entonces? ¿cómo lo podemos solucionar?. No es nada fácil encontrar resolución, pulsar la tecla que elimine ese pensamiento de “es lo que hay” o “igual nos hemos acostumbrado”, pero para encontrar posibles soluciones primero debemos identificar las causas, observar la situación desde un punto de vista alejado de nosotros mismos.

Respondiendo a la pregunta del principio, pudiera ser que vivimos en una sociedad deshumanizada, que la humanidad no se ha pronunciado y no ha formado esa fuerte unión para derrotar al mal porque ya no existe tal humanidad. Si de algo podemos estar seguros es de que si buscamos el bien para todos, también lo estamos buscando para nosotros. ¿Os imagináis un mundo lleno de bondad donde reine el bien para todos? A lo mejor la clave está en buscar el bien común, en hacer valer ese apellido que siempre acompaña a nuestro ser, “humano”.

martes, 29 de octubre de 2013

Privacidad, ¿realidad o ficción?

Desde hace ya unos meses, cuando Edward Snowden, exempleado de la CIA, confesó que la Agencia de Seguridad Nacional de Estados Unidos (NSA), donde él estaba destinado, se encontraba realizando un espionaje masivo a comunicaciones de otros países, los medios no han parado de hablar sobre dicho espionaje, especialmente estos últimos días cuando nos enteramos con detalle de las dimensiones de tal vigilancia, 35 líderes mundiales espiados nada menos. Ahí el primer problema, hasta ahora mucha palabrería pero poca actuación.

El gobierno estadounidense no ha podido negarlo, pero siempre intentando desviar el tema, y no solo se basta con considerar este hecho de “poco trascendente” sino que se jacta excusándose de sus actos para su propia defensa personal debido a la “gran” amenaza del terrorismo.

Resulta llamativa la “increíble sorpresa” que se han llevado algunos dirigentes de estados, empezando por Merkel y el gobierno francés, que alucinan de una manera un tanto forzada con el tema, y se muestran intolerantes ante las cámaras, pero más aún cuando nos enteramos de noticias cómo estas: El PP sabía desde 2000 que EEUU espiaba "millones de llamadas oficiales" en España, publicada hoy mismo, día 29 de Octubre en El Confidencial. Si España ya lo sabía, posiblemente otros países también. Pero, ¿por qué nadie había dicho nada hasta ahora? Si callas algo es porque no te interesa decirlo. Según la defensa de EEUU “han recogido información al igual que otros países”, lo que explica el  porqué de ese desinterés de haberlo sacado a la luz antes por otros países. Además sería fatal para los distintos gobiernos que esta información llegase a boca de todos.

He ahí cuando deriva la principal cuestión de esta trama, así pues, si pueden ser espiados gobiernos enteros de distintos estados, ¿no puede ser espiado cualquier ciudadano? Seguramente estemos vigilados constantemente. El derecho a la privacidad, que según recoge el artículo 12 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos: “Nadie será objeto de injerencias arbitrarias en su vida privada…”, está quedando totalmente en evidencia, es más, ¿ha existido en algún momento en la sociedad moderna? Porque estamos de acuerdo que sí existe cierta privacidad, pero aquella para la que todavía la tecnología no tiene medios para violarla. Si había cierta estructura moral sobre los derechos humanos, se desvanece día a día.

Gracias entre otros a la investigación social, refiriéndonos sobre todo en el término individual, podemos intuir y destapar situaciones de falsedad y engaño como estas, ya George Orwell nos relataba ese futuro no muy lejano en “1984”, donde todo era controlado por unos pocos, los mismos que se saltaban lo derechos humanos y tomaban decisiones a sus anchas. ¿Entonces? ¿Queremos llegar a un mundo como este? No podemos dejar que nos traten como a marionetas. No nos dejemos engañar fácilmente y analicemos todo aquello con lo que no estemos de acuerdo o en lo que no estemos seguros, para sacar nuestras propias conclusiones de qué queremos, y hacia dónde nos queremos dirigir. El mundo está en manos de unos pocos y no lo podemos consentir.