miércoles, 6 de noviembre de 2013

Un mundo deshumanizado

La sociedad está en crisis, algo no difícil de demostrar hoy día: poder concentrado en una minoría, derechos humanos vulnerados, ricos frente a pobres, desigualdad de oportunidades... Todo indica a pensar que es insostenible, que de un momento a otro estallará, y se producirá la revolución que finiquite la etapa del mercado, donde todo se compra y se vende, donde nada posee valor más allá de su utilidad. Entonces, ¿por qué se retrasa tanto tan ansiada respuesta de lo humano? ¿a qué se debe que la humanidad aún no se haya pronunciado con tal magnitud para lograr esa victoria que nos conduzca a un mundo renovado?

Planteándonos dichas preguntas podemos obtener una respuesta inmediata: por poco que sea, siempre hay algo que perder, algo que nos hace abstenernos del riesgo que conlleva la protesta contra el poder, que se reduce desde nuestros propios objetos materiales hasta la familia, y que en nuestro sistema de vida, aunque sea poco, lo es todo. Pero, ¿es eso lo único que nos mantiene callados y dispersa una explosión colectiva? Diría que no. El mundo capitalista es cruel por sí mismo, vivimos en una sociedad donde todo se basa en conseguir el mayor beneficio personal o familiar, ya sea dinero, para poder satisfacer necesidades constantemente, o el reconocimiento de otros, así como complacer los deseos de nuestros hijos y que nos tomen como “buen padre”. Todo ello mediante el trabajo y el esfuerzo, a veces menor o mayor, otras más digno o menos digno, pero siempre introduciéndonos en ese constante agobio, en ese espacio lleno de preocupaciones, donde todos estamos afectados de una manera o de otra, y que nos impide unirnos y luchar. Y más se agrava aún si al conseguir nosotros mayor beneficio estamos limitando el de otro, si mientras nosotros consigamos más otros pueden conseguir menos, e incluso si para ganar nosotros debemos engañar o estafar al de al lado. Queremos ser útiles y que nos traten como tal, pero refiriéndonos a esa utilidad tan reducida.

¿Y entonces? ¿cómo lo podemos solucionar?. No es nada fácil encontrar resolución, pulsar la tecla que elimine ese pensamiento de “es lo que hay” o “igual nos hemos acostumbrado”, pero para encontrar posibles soluciones primero debemos identificar las causas, observar la situación desde un punto de vista alejado de nosotros mismos.

Respondiendo a la pregunta del principio, pudiera ser que vivimos en una sociedad deshumanizada, que la humanidad no se ha pronunciado y no ha formado esa fuerte unión para derrotar al mal porque ya no existe tal humanidad. Si de algo podemos estar seguros es de que si buscamos el bien para todos, también lo estamos buscando para nosotros. ¿Os imagináis un mundo lleno de bondad donde reine el bien para todos? A lo mejor la clave está en buscar el bien común, en hacer valer ese apellido que siempre acompaña a nuestro ser, “humano”.